Odia al maestro, que tiene muchas vacaciones.
Odia al funcionario, que toma cafés larguísimos.
Odia al policía, que es un loco que sólo da palos.
Odia a los que se manifiestan, que son unos radicales.
Odia a los que no se manifiestan, que son unos conformistas.
Odia al parado, que es un vago.
Odia a los jóvenes, que son unos descerebrados.
Odia a los abuelos, que nos cuestan mucho dinero.
Odia al mendigo, que hace feo.
Me gustaría poder posicionarme, de verdad que sí. Echo de menos tener unas ideas sólidas y ser tan radical que piense que mi opción es la buena y que no hay ninguna otra posible. Que tengo la razón, y no un punto de vista. Que lo distinto es lo malo, en lugar de algo que necesariamente ha de existir. No me imagino luchar por algo que no tenga su antítesis, la verdad. Cosas de socióloga, supongo.
Será por eso que últimamente reflexiono mucho sobre la poca capacidad de crítica de la sociedad en general. Y me diréis que cómo es posible que diga esto con la que se está montando en España, que la gente está saliendo a las calles, que hay más conciencia social, más movimiento ciudadano. Y es por eso precisamente por lo que lo pienso. A menudo los que salen, los que se quedan, los que defienden una cosa, los que apoyan otra, no son más que grupos sordos, enfrentados como si les pagaran por ello, como si realmente lo normal fuera no intentar comprender la posición del otro, como si la única vía posible fuera ésta, como si estuviéramos condenados no sólo a no entendimiento, sino a la no convivencia. Si no eres de los míos, estás contra mí. Si no votaste al PP, es que eres del PSOE. Si no votaste al PSOE, es que eres un pepero. Y luego nos quejamos de la ley electoral, del sistema D’Hondt y de la madre que los trajo. Si somos nosotros mismos quienes a veces perpetuamos que sólo exista una opción o la contraria. Eso sí, somos muy tolerantes, pero cada uno con lo suyo, con lo de los demás, pues igual ya no tanto.
Hablamos mucho de manipulación y nos creemos inmunes al repetir ciertos lemas, sin darnos cuenta de que aún así, somos parte del engranaje. Sin darnos cuenta de que igual no es tan difícil salir. Cosas de periodista, supongo.
En los últimos meses me ha dado mucho por pensar que “eres lo que mamas” y aunque igual es simplista, suelo utilizarlo como explicación para casi todo. Hablando con mi hermana a menudo me doy cuenta de que en mi familia, por defecto, nos hemos llevado la contraria sistemáticamente. Siempre nos ha gustado discutir. Nos va la marcha hasta límites insospechados. Tanto es así que si un día mi padre dice a y yo digo b, pero al día siguiente reflexiono y le digo que es verdad que b, él probablemente me dirá “hija, eres tonta, lo correcto es c”. Y así sucesivamente. No sé si esto está contemplado en la lógica, pero en mi casa funcionamos así. Pensándolo bien, me parece hasta normal no poner la mano en el fuego por ninguna opción, quien sabe si mañana seguirá siendo la buena.
TOTALMENTE DE ACUERDO! La gente, presionada por las circunstancias, se está radicalizando. Estoy totalmente a favor de que cada uno defienda lo que cree correcto, pero odiar al de enfrente, con el pasado tan reciente de división que tenemos… me da mucho miedo. Pero mucho.
(Muy bien contado!)
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