Supongo que en algún momento entre aquel domingo y el de hoy he cambiado hasta no reconocerme.
Vuelvo y me revuelvo, pero lo cierto es que ya no recuerdo su olor, ni su voz, ni sus ojos, ni su lengua, ni su manera de hacerme sentir única. Ya se me han olvidado nuestras costumbres, sus manías y mis neuras, que formábamos un tándem perfecto y que me anulé a mí misma por amor. Sin embargo, sigue clavado en mi espalda, a un lado de la columna vertebral, agarrotado, hundido hasta lo más hondo, hasta los pulmones, entre las costillas, aplastando mi respiración.
Si te anulas a ti misma por amor, no es amor, es una… [aquí todas juntas y meneando el culillo, acaba tú la frase]
Me gustaMe gusta