Ayer me preguntaron en una entrevista de trabajo a qué reto a nivel personal o laboral me había enfrentado en los últimos 2-3 años. En menos de un minuto se pasaron por mi cabeza más de 10 situaciones difíciles que he vivido “últimamente” como esa pequeña película que dicen que pasa ante tus ojos cuando crees que vas a morir. Me dio tanto pánico verbalizar cualquiera de ellas que enseguida contesté que prefería hablar a nivel laboral y relaté una pequeña experiencia que, a juzgar por la expresión de mi interlocutor, no le pareció ni siquiera un amago de desafío.
Pero, ¿cómo iba a explicarle cualquier otra cosa? Al salir de allí y empezar a reconstruir lo que había pasado durante la entrevista se me ocurrieron mil maneras mejores de enfocar la conversación. Como cuando discutes con alguien y se te ocurre lo que le hubiera callado la boca cuando ya no le tienes delante. Como cuando dejas pasar una oportunidad por no encontrar las palabras adecuadas. Como cuando quieres decir no te vayas pero inconscientemente renuncias a hacerlo.
Pensé entonces que mi mayor reto en los últimos tiempos ha sido probablemente prescindir de los cuidados y pasarme al otro lado: de la cómoda posición de saberse protegida a la difícil situación de búscate la vida; de sentir que siempre tienes un colchón donde caer cuando las circunstancias te vienen grandes a ser quien recoge los pedazos de otros e intenta como buenamente puede recomponerlos sin pedir nada a cambio. Solo que funcione. Solo que te cures. Solo que vuelvas a ser el mismo. Solo que esto no vaya a más.
Me considero una persona independiente y siempre he llevado por bandera lo de no necesitar nada (aunque no fuera cierto al 100%), pero ahora que han cambiado las tornas echo realmente de menos a alguien que cuide de mí.
Describes muy bien las cosas que se me suelen pasar por la cabeza.
Empiezo a tener miedo de que tengas el poder de leerme la mente.
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A lo mejor mi futuro está en la telepatía y estoy aquí perdiendo dinero.
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