Hoy es uno de esos días, no te lo voy a negar. He llegado a casa tarde, no estabas y me ha parecido mal.
Para ser sincera, hace tiempo que ya ni siento a tu fantasma, el que se queda en el sofá cuando yo me voy a acostar, el que prepara un té en la cocina, el que me coge del brazo y me obliga a volver a la cama cuando vuelvo a la habitación a por el beso de despedida. Creo que se ha ido y ya ni siquiera le extraño. Es ya un desconocido.
A cambio, últimamente he empezado a engañarme con ideas sobre la amistad y el amor que me trago con vino y me quitan el sueño. Son un huracán tan escandalosamente silencioso que no acierto a enfrentar.
Al final no estaba preparada para esto. Es verdad que me venía grande – todavía es así.
Por eso he tomado la decisión de sonreír siempre, pero sobre todo cuando me acuerdo de lo que íbamos a ser, y perdonarme, comprenderte, dejarnos marchar.
Pero, mira, hoy es uno de esos días que te quiero retener, que no te vayas, que no te voy a volver a ver, que me vas a destrozar, que me voy a perder, que me vas a ganar, que me voy a dejar.
Mira, hoy no te vayas. Hoy no.